Caminamos por la playa estrecha pero de arena limpia. Las olas se encrespan muy cerca, mientras seguimos el largo rastro de espuma de la resaca sobre la arena. El mar parece surcado de líneas onduladas, trazadas casi mecánicamente. Sorprende su color verde turquesa. El graznido de las gaviotas nos acompaña. Son esos momentos en los que uno quisiera olvidarse de todo y quedarse a vivir en Punta Negra para siempre. Carlos Calderón Fajardo lleva allí 30 años. Y lo envidio....

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